A todos nos han obligado a leer obras, catalogadas de clásicas, que llegaron a hacernos dudar si nos gustaba la lectura o no. Bueno, tal vez no a tal extremo, pero sí a aborrecerla. ¿Quién no ha buscado reseñas en internet —o donde se podía— y ha aprendido a leer en diagonal con tochos de siglos pasados? Los tiempos cambian, así como los estilos de narración y la temática que interesa. Por lo que ya va siendo hora de darle una vuelta a las lecturas obligatorias, ¿no?
La excusa de que a los jóvenes no les gusta leer, razón por la que no pueden acabarse un Quijote o un Lazarillo, es falsa. Los lectores de 10 a 14 años son el 70,8%, aunque esto baja para cuando entran en el instituto y de los 15 a 18 años más de la mitad no abre un libro. Así, solo el 44,7% admite leer de forma habitual.
Es decir, sí hay lectores, la cuestión es no perderlos con la adolescencia y en ello hay una gran implicación de los centros educativos (además de las familias, claro). Al fin y al cabo, en el tiempo dividido entre ‘cole’ y casa se suma el de los deberes. Si en ese rato se fuerza a zamparse obras desfasadas o con las que no empatizan o, simplemente, que no tienen un seguimiento en las clases para una preparación a una buena lectura (nadie debería coger Cervantes o Góngora sin un buen profesor o profesora de literatura de por medio), el futuro lector se desvanece.
Los lectores de 10 a 14 años son el 70,8%, aunque esto baja para cuando entran en el instituto y de los 15 a 18 años más de la mitad no abre un libro
Por esta razón es esencial buscar nuevas obras que enganchen, de historias que hablen de inclusión, diversidad y amor sin complejos. Los jóvenes, y no tan jóvenes también, necesitan relatos que cuenten con naturalidad los distintos tipos de sexualidad que existen, que formen parte de la sociedad y puedan abrir debate en las aulas. Que sirvan de espejo para compartir los sentimientos, un refugio donde entablar una conversación de quiénes somos y la manera en que deben enfrentarse a cuestiones y situaciones que los heterosexuales ni imaginamos.
Sin ir más lejos, ahí está el éxito de Heartstopper, de Alice Oseman. Un webcomic adaptado a serie de televisión en Netflix y que calienta los corazones de adolescentes y no tan niños. En ella se muestra ese crecimiento, el cambio en los protagonistas y su entorno hacia la edad adulta, las dudas y miedos y, por supuesto, el amor que sienten y que rompe cualquier barrera. Una historia tierna que sirve de reflejo para una generación que va obviando las salidas de armario y se enfrenta a los tópicos impuestos del colectivo LGTBI. Un paso más hacia las representaciones positivas de la homosexualidad, bisexualidad y transexualidad.
Recomendaciones
Por ello, os traigo una selección de novelas de autores nacionales que, en mi opinión, deberían incluirse como lectura obligatoria en los colegios e institutos, para adolescentes y adultos, con el objetivo de seguir creando un mundo en el que nos sintamos aceptamos, amemos a quien amemos.
Si conocéis más obras o pensáis que sería interesante añadirlas, ponedlo en comentarios, toda sugerencia es bienvenida. Hay más historias que me parecen básica, como Yo, Simon, homosapiens (Becky Albertalli), Rainbow Boys (Álex Sánchez) o Abiertamente hetero (Bill Konigsberg) de las que hablo en otra entrada del blog sobre historias BL de instituto y a la que os animo a echar también un vistazo.

La versión de Eric
Nando López
Eric tiene veinte años y todo un futuro por delante como actor de éxito. Sin embargo, la madrugada del 13 de julio se presenta en la comisaría para confesar un crimen.
En realidad, cualquier suceso tiene un pasado y muchas formas de contarlo. Esta es la versión de Eric.

Antihéroes
Iria G. Parente y Selene M. Pascual
Me llamo Yeray Ayala y tengo un secreto. Este libro que tienes entre las manos contiene mi historia, la de otros inadaptados y la clave que nos une a todos: tenemos poderes. Sí, lo sé, vas a pensarte que esto es ficción. Todo el mundo hace lo mismo, porque sois unos aburridos que habéis dejado de creer en la magia. En cuanto descubrí que podía desaparecer y reaparecer donde quisiera, yo también me dije que era imposible. Después, que era especial. Eso hizo que me aprovechase, claro, y usase mi poder para cosas que no son muy legales… Pero no hablemos de eso

Palomitas en el Instituto
Roser A. Ochoa
Hay pocas cosas que, a sus dieciséis años, Marc tenga claras en la vida. Sabe que es gay, de mayor quiere ser director de cine y también que, la preciosa chica que aparece todos los lunes en la sesión de las diez y cuarto de los cines Paradise es, en realidad, un chico.
Con tan solo dieciséis años, Aran sueña con que, en un futuro, su desmesurada pasión por el taekwondo le llevará a pisar suelo olímpico. Tiene grandes planes y no le asusta el trabajo duro, sin embargo, nunca imaginó que alguien descubriría su secreto.

Invisible
Laida Martínez Navarro
«Me llamo Ismael Arana, tengo dieciséis años y a veces me gustaría ser invisible. Me gustaría no estar, desaparecer en el aire». Quizá ya son demasiados los jóvenes que pronuncian frases como estas. ¿Realmente estamos dispuestos a soportarlo sin hacerle frente, mirando para otro lado si no me toca a mí? Dicen que el primer paso para resolver un problema es admitir que tienes un problema. A lo mejor somos una generación que tiene un problema.

Tal y como eres
Sandra Miró
Kevin tuvo que irse de casa con catorce años, ya que sus padres no aceptaban tener un hijo trans. Gracias a su tía Cecilia, dio con un hogar en el que se le quería y respetaba tal y como es él. Y, aunque lo ha intentado, nunca ha conseguido tener una pareja duradera. Se ha llevado tantos chascos y desilusiones a lo largo de su vida que ha dejado de creer en el amor.