No hay una sola escritora que conozca que no se haya presentado a un concurso literario. Sea del tipo que sea, todas nos hemos lanzado alguna vez a poner una fecha límite, pensar una historia y trabajarla a fondo para entregarla a tiempo con los nervios a flor de piel. O sacar del cajón esa obra que tal vez se merece una segunda oportunidad y, oye, ¿por qué no? Repaso rápido, registrarlo (¡recordad registrar la propiedad intelectual de vuestro trabajo!) y enviar el archivo adjunto en word a la editorial que organiza el concurso.
Luego viene la espera, los meses, los días sin noticias, revisar una y otra vez las redes sociales de esa editorial, preguntar a las compañeras que han presentado o que, incluso, ya han publicado con ellos, por si «saben algo». Pero nadie sabe nada. Pasa el tiempo y hay ganador. No eres tú. «Bueno», piensas, «otra vez será», y miras entre la envidia, la rabia y la admiración el libro ganador. «Es justo», te repites. Das una vuelta a la historia y te reinventas.
Pero, ¿y si no es justo? ¿Y si no hay ganador? ¿Qué ocurre entonces?
Admito que escribo este post cabreada. Un poco. Bueno, un poco bastante. Digamos que indignada. Este 31 de marzo se anunció (con un mes de retraso) la resolución del VIII Premio Titania y… quedó desierto. En su página publicaron que la decisión es unánime y que a pesar de que «algunos de ellos» contaban con la «calidad suficiente para pasar el primer filtro y llegar a la final, e incluso para ser publicados», «no cumplen» con los requisitos «para una novela ganadora».
Es decir, están bien, pero no tan bien como para llevarse los 5.000 euros de premio.
¿Qué pasa? ¿Es que la obra no es buena? No, tan solo su publicación no bastaría para que esa inversión mereciera la pena.
Vamos a los números
5.000 euros para la escritora ganadora se considera como un anticipo por la cesión de los derechos a la editorial. Un autor se saca de royalties o regalías entre un 7-10% por cada ejemplar en papel. De los 15 euros de un libro, con suerte, su creador original se lleva 1,5 euros (triste pero real). Ahora vamos a mirarlo en cifras más grandes. Si la escritora se lleva esos 5.000 euros, con ese 10% (seamos generosos), representa la venta de unos 3.300 ejemplares.
La última ganadora, Retrato de una piel desnuda, está a 18 euros el ejemplar, supongamos que su autora Marta Santés se lleva 1,8 euros por cada uno (aproximadamente y haciendo cábalas más o menos acertadas). Para que el premio sea rentable, ha tenido que vender más de 2.700 libros.
El contrato con una editorial pequeña-mediana suele incluir la impresión de unos 100 o 200 ejemplares, mientras que para ser rentable con estos premios habría que vender 10 veces más
No es fácil conseguir datos de las editoriales, pero para que os hagáis una idea, en 2021 entre los libros más vendidos estaba El arte de engañar al Karma, de Elísabet Benavent, con 121.118 ejemplares, o Julia Navarro y su De ninguna parte, con 70.147. Hablamos de grandísimas autoras destacadas del panorama, con la gran promoción que precede a cada una de sus obras y su puesto ‘top’ automático en cuanto publican. Así que, os digo, vender casi 3.000 libros no es nada fácil. De hecho, un contrato de editorial pequeña-mediana suele oscilar la impresión de 100 o 200 ejemplares.
Sin embargo, hay otros concursos con un premio económico más asequible que sí sacan ganadoras. Como el de Kiwi RA, con 1.750 euros de galardón en su novena edición y que se anunció esta misma semana para Beatriz Saiz. O el XII Premio Vergara, con 3.000 euros y que este año se lo llevó Belén Urcelay. O los 2.000 euros del X Premio Internacional HQÑ de novela romántica, este año para Mayte Esteban, anunciada en febrero.
Tal vez sugiero, no sé, la loca idea de rebajar el anticipo para el vencedor, si creen que no tiene suficiente «calidad» para que se vendan como churros. Léase «promoción», «nombre conocido» o «equis».
Esto no es nuevo. En 2017, 2019 y 2022 el premio Titania quedó desierto. El II Premio Puck de Novela Juvenil de 2019, desierto también, igual que el IV Premio Urano de Crecimiento Personal y Salud Natural, en octubre de 2018. Todos de la misma casa.
En concreto, 2019 fue especialmente doloroso, además de Titania quedaron sin ganadora Phoebe, Red Apple y Romantic. El de Phoebe, creado en 2017 (también desierto), ofrecía de premio 3.000 euros. En su tercera edición achacaron la falta de vencedora por «escaso número de manuscritos recibidos» y, además, «por no poder encajar ninguno de los preseleccionados en la línea editorial». No hubo cuarta edición.
Lo que dicen las malas lenguas
Lo que os he contado hasta ahora han sido datos contrastados. Cambiemos a las malas lenguas, los rumores y lo que se comenta entre los escritores, más o menos cierto, porque el refrán de «si el río suena, agua lleva» se podría aplicar en este escenario.
Al parecer, uno de los objetivos de los premios es acumular manuscritos. Seamos sinceros, si tal o cual editorial no ofreciera algunos cientos o miles de euros de anticipo por mi obra, tal vez ni me planteaba enviarlo. Por eso se crea el premio. Llamamiento, promoción, la gente participa y, al finalizar, es común contactar con autores que mandaron su novela para publicarlos después. En ese caso no está mal visto. Es un caso de: Nos gustas, no para ganar, pero te publicaremos. Se acepta.
El año 2019 fue especialmente doloroso, además de Titania quedaron sin ganadora Phoebe, Red Apple y Romantic
Sin embargo, cuando el concurso queda desierto, da sensación de que el dinero era un caramelo, una manzana al final del palo, para que las autoras se lanzaran a enviar sus textos. Y, si hubiera alguna de renombre, negociar. ¿Que acepta los términos? Recompensarla con el primer puesto (sin menospreciar el trabajo de la autora).
Lo dicho, sería otro de los trucos editoriales para conseguir autores importantes en su catálogo. Insisto en que esto no es oficial, por supuesto, no sería correcto e iría en contra de la normativa y las bases del premio, tan solo son temas que se hablan entre escritoras.
No olvidemos que uno de los puntos de Titania (como ejemplo, pues pasa también en otros concursos), es que la editorial «tendrá una opción preferente sobre cualquier novela presentada a este premio, resulte o no ganadora, que podrá ejercitar mediante presentación al concursante del correspondiente contrato dentro de los seis meses siguientes a la publicación del fallo del Premio».
Seis meses en que la obra estaría «en el aire». Sin dueño y con ilusiones perdidas por no tener el nivel suficiente para ganar.
En fin.
No trato de quitaros las ganas por presentaros a concursos literarios o por denunciar las corruptelas que podría haber en el mundo editorial, ni mucho menos. Tan solo vuelco mi cabreo e indignación, porque no es justo que jueguen así con los sueños de las escritoras por publicar bajo un sello grande.
En serio, sois buenas, escribís bien, no dejéis que una nota de un comunicado que «lamenta» lo sucedido os haga sentir mal u os marque como autoras. Sois más que eso, mejores.
Así que…
¡A escribir!
Reblogueó esto en La libreta de Naniy comentado:
Maravillosa entrada en la que se explica a la perfección lo que pienso y lo que ocurre con algunos premios literarios.
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¡Muchas gracias por comentar! Que conste que he intentado ser lo más políticamente correcta posible, con lo que cuesta jajaja
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Lo has explicado perfectamente sin entrar en malas formas, ¡enhorabuena, de verdad!
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Me ha encantado tu post, tienes toda a razón. Yo misma me presenté a Kiwi RA y, a pesar de no ganar, el hecho de que haya ganadora, finalista y dos menciones especiales anima a no rendirse y a seguir intentándolo el año que viene.
El caso de ayer huele raro e invita a pensar que si no se aseguran que vayan a vender x número de ejemplares, no tienes ninguna posibilidad de ganar.
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Gracias por estas palabras. Me siento igual que tú.
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¡Muchas gracias por comentar y ánimo! Lo importante al final es seguir escribiendo lo que quieras y como quieras.
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